Son muchos los motivos para afirmar que estamos ante una obra de grandísima complejidad. El primero, la ubicación, ya que al encontrarse en el centro de una gran urbe el proyecto demanda mayor planificación, agilidad y un reacondicionamiento del espacio para afectar lo mínimo al entorno.
Pero, ante todo, cabe destacar la necesidad de conservar las siete fachadas y la primera crujía de dos de los edificios, tal y como establece la normativa de protección del patrimonio. Un requisito en el que la sociedad promotora se ha volcado por completo y que ha implicado el uso de un sistema particularizado para la estabilización y el apeo de las fachadas sobre una estructura y cimentación provisional. Para vigilar la estabilidad del conjunto, un sistema de control topográfico automatizado controla cualquier oscilación de las fachadas las 24 horas del día.
Una vez estabilizadas las fachadas, se ha completado la demolición de la antigua estructura interior dando inicio a la nueva construcción en un proceso ascendente-descendente desde la planta -1 sobre unos apoyos provisionales en tanto se alcance el nivel de excavación máximo donde estará la cimentación definitiva. Un planteamiento que añade dificultad a la obra pero que, además de salvar los condicionantes técnicos impuestos por su ubicación junto a infraestructuras subterráneas (túnel de metro y aparcamiento en calle Sevilla), minimiza el tiempo de ejecución de la estructura y permite adelantar el comienzo de otras actividades en las plantas superiores.